Lo que un bootcamp aporta y nadie dice

Marta Bestard
5 min readJan 9, 2020

Si has venido hasta aquí, es posible que tengas dudas en si hacer un bootcamp o no. ¿ Realmente son tan efectivos como se dice? ¿Se aprende realmente tanto en 3 meses? Yo solo puedo hablar desde mi experiencia y lo que a mí me ha aportado. Si estás interesado/a en ver como lo he vivido yo, sigue leyendo.

El concepto bootcamp es algo que algunos adoran, otros odian y muchos desconocen. Yo era de las escépticas. Venía de estudiar una carrera universitaria, que por cosas del destino, no pude acabar. Cuando esto ocurrió tuve que buscar qué iba a hacer y de prisa y corriendo acudí a un sistema que parecía más una quimera que una realidad: en solo 3 meses iba a aprender una profesión completamente nueva desde cero.

Investigo, leo y releo, y descubro el…¿UX/UI design? Podría gustarme, no sé, con mis casi 10 años de background artístico podría engancharme. Sigo leyendo, investigando, comparando sitios, y descubro uno en concreto: Neoland. Pero, tengo que darme prisa. ¡Apenas tengo una semana para formalizar la matrícula para el siguiente curso! Voy corriendo un día a ver la escuela y a hablar con el profesor para resolver mis miles de dudas sobre el UX/UI design. Me recibe Ángela y educadamente intenta responder las dudas que tenía mientras esperaba a que Raúl, el profesor, acabara la clase. Y aunque mantenía cierta conversación con Ángela, mi mente estaba en otro lado. Estaba centrada en Raúl, que lo miraba y analizaba de reojo. Observaba cada movimiento, cada gesto, su implicación y devoción total en lo que estaba haciendo. Y, aunque nunca llegué a hablar con él y consultarle mis dudas, tampoco me hizo falta. Estaba claro: TENÍA QUE ENTRAR AQUÍ.

Una semana después arranca una nueva etapa, algo que me emociona y aterra a partes iguales. En solo 3 meses tenía que lograr lo que no logré en 3 años de universidad: prepararme para el mundo laboral.

¿Serán suficientes? ¿Tendré la capacidad suficiente para aprender y retener todo lo que necesito?

Para exprimir al máximo esos meses tenía una cosa clara: debía permitir que me conocieran realmente. Siempre soy transparente y sincera, pero mantenía una coraza emocional, no solo para separar la vida personal de la “profesional”, si no para no aparentar debilidad. Siempre era el paño de lágrimas y el consuelo de los demás, pero eso debía acabar. Ya no iba a encapsularme y desahogarme en soledad al llegar a mi casa. Debía permitirme ser vulnerable. Pero, como buena introvertida y “socially awkward” que soy, esto era un mundo para mí.

En cada día que pasaba de clase yo trataba de retener toda la información posible. Cada coma, cada nombre, cada concepto. También me empujaba a mí misma muy poquito a poco a hacerme más visible. Pero, pasa el primer mes y llama a la puerta ese enemigo que conozco muy bien desde hace años: el impostor.

¿Que pinto yo aquí? Yo no valgo para esto. ¿ En qué berenjenal me he metido? ¿Qué hago yo ahora? ¡¿Estoy llorando?! ¡Para! Que no te vea nadie. ¡Pensarán que eres débil! Mierda, me han visto. ¡Que pares!

Al verme, mis compañeros comenzaron a comentar sus propias inseguridades y como a ellos también les había sobrevenido el sindrome del impostor. Hasta Raúl lo comenta al día siguiente en clase: “Es muy normal, no os sintáis mal por sentiros así”. Comencé a sentir alivio, pero de pronto me dice Raúl que quiere hablar conmigo al día siguiente.

Oh, no… ya la cagué. Debería haberme contenido ayer. Ahora pensará que soy débil y que mis emociones pueden afectar a mi capacidad de trabajo.

Pero, al día siguiente y con los nervios a flor de piel me dice: ¿Cómo estás hoy? Por favor, cuenta conmigo para desahogarte cuando quieras.

¿¡Que cómo estoy?! ¡FLIPANDO! ¡¿De verdad quiere saber cómo estoy?! ¡Por fín tengo un profesor que parece de carne y hueso y no una máquina! Aunque continuo con nuestra conversación, sigo en estado de shock. Pero para colmo, tras contarle mis dudas sobre mi capacidad y habilidad para aprender todo lo necesario en el tiempo que quedaba, me dice: “Confía en mí”. Me reventó la cabeza. Me quedé en estado catatónico varios días. Pero, tras procesar todo lo que había ocurrido, era evidente lo que debía hacer: déjate fluir.

Van pasando las semanas y todo continua con su curso normal. Exprimo cada día al máximo y procuro no dejarme absolutamente nada para más adelante. ¡Ya no procastino! Estoy agotada, pero, no puedo parar. ¡No quiero parar! Tengo todo el rato en la cabeza lo que tengo que hacer y como quiero hacerlo. Me dejo las horas delante del ordenador y apenas veo a mi familia, pero soy feliz. Veo resultados, voy in crescendo, pero de pronto solo quedan 2 semanas…

No puede ser. ¡¿YA?! ¿Y todo lo de abrirme y ser más social? Mierda, ¡pero tampoco sé suficiente todavía! Tendría que haber hecho más. Tampoco puedo estrechar lazos con mis compañeros, es demasiado tarde. Que torpe he sido…La volví a liar.

El impostor me machacó durante varios días, pero poco a poco gracias a cierta gallega volví a mi ser.

Estas a tiempo. Hazlo por todo lo alto. Expón algo de tí completamente impactante y que te defina: el arte. Un retrato “high Fidelity” con otro al lado “Low fidelity”. ¡Es brillante! ¡Menudo regalazo! Nadie más debe saberlo, solo mi cómplice y yo. Pero, ¿como reaccionarán? Soy la reina del sombreado, el hiperrealismo es lo mío. Pero, ¿gustará?

Llegó el día, y Raúl recibe mi sobre. Está tenso, desconcertado. Nadie salvo yo y Xeila entiende lo que és. Lo abre, y de pronto…¿aplausos? ¡En mi vida me habían aplaudido por mis dibujos! No sé como reaccionar, ni a donde mirar. Aún tenía el estómago cerrado por los nervios previos. ¡Lo han grabado! Quiero verlo sin parar y emborracharme con todos esos cumplidos. Lo veo millares de veces, sin poder creerme aún todo lo que veía y oía. Pero, ahora solo quedaban 3 días. Me queda tanto por decir, tanto por compartir… No puedo más que llorar al pensarlo.

Odio las despedidas…No llores en el último día. Por favor no llores. Tarde… ya no puedo parar. Intento que no me vea nadie, pero me vieron. ¡No! Bueno, ya da igual. Son como familia. Los veré otra vez y seguiremos en contacto, pero mi torpeza social no me ha permitido enseñar como soy. Por favor que no me bloquee cuando nos veamos en el futuro…

Conclusiones

Los bootcamp no son solo para aprender academicamente. Si, aprendemos metodologías, sistemas de diseño, heurísticas y miles de cosas más. Pero, si vas con la única intención de aprender eso, mejor no vayas. Si vas con la mente abierta, crecerás como individuo y aprenderás valores importantísimos como la constancia, el trabajo duro, la proactividad y a ser colaborativo, cosas que no se aprenden en los libros. Ve dispuesto/a a exprimir cada momento intelectual y emocionalmente, por que si no perderás gran parte del porqué de un bootcamp. Los compañeros y los profesores que puedas tener hacen bastante, si. Yo tuve mucha suerte, pero la actitud con la que vayas lo es todo. Empieza, y todo seguirá su curso.

Y solo me queda una última cosa por decir:

Muchas gracias

--

--